miércoles, septiembre 26, 2007

Nuevo Fracaso

Parte de los que nos estrellamos con la revista Mono y algún iluso más nos hemos puesto a trabajar, MAS BIEN POCO, para poner en pie otra publicación que será necesariamente peor y más modesta. Tenemos algunas ideas y muchas cosas por definir , SE ADMITEN SUGERENCIAS. La experiencia de mono nos enseñó que una publicación que tarda tanto en hacerse debe renunciar a la actualidad. Yo creo que es mejor porque no hay cosa que se pase más de moda que la actualidad. Frente a eso, apostamos por reivindicar con pasión autores y obras de arte ( películas, discos, directores de cine, músicos, escritores, pensadores etc.) para devolverles la luz y celebrar sus virtudes. También consideramos que entrevistar a gente que sabe y hace cosas es uno de los mejores caminos para enriquecer nuestros discursos. Por último no renunciamos a analizar ,desde nuestro modesto punto de vista, aspectos del panorama político, social, mediático etc en un esfuerzo, muchas veces estéril , por organizar nuestras ideas y por entender el paisaje fragmentario donde vivimos . La publicación no va a pasar de fanzine local y queremos que sea flexible, cambiante y menos académica de lo que fue mono. No es que no queramos superar su nivel intelectual pero es que sabemos que somos incapaces de alcanzar tan altas cumbres y la densidad de muchos de aquellos artículos plagados de citas y de exhibicionismo narcisista. Si alguno tiene algo que contar y se anima os dejo una dirección de correo para que os pongáis en contacto con nosotros. mono 3
triqui@inicia.es

viernes, septiembre 07, 2007

Lectura estival

Sabido es que en periodo estival no hay muchos lectores que estén por la labor de leer, que desde todos los lados se recomiendan lecturas de fácil digestión, refrescantes y otras pamplinas de ese estilo tan propias del marketing editorial. Parece que está estipulado en nuestra memoria colectiva que el verano no es una estación lectora, o, si se prefiere, que puestos a leer hay que conseguir libros que no requieran mucha complicación y atención y que nos distraigan de lo verdaeramente importante durante el estío, esto es, las vacaciones. Por lo tanto, podríamos considerar que para mucha gente la relación entre disfrute de tiempo libre y buena literatura está definitivamente en vía muerta.

Por romper una lanza en sentido contrario, quisiera recomendaros una lectura estival recientemente acabada, durante mi cortísima estancia en la Sierra madrileña, rodeado de montañas, pajaritos, nubes blancas, cielo azul, y entre chapuzón y chapuzón piscinero, alguna verbena popular nocturna con bailarina de largas piernas y melancólicos ojos incluida. El libro en cuestión tiene por título Después de la Revolución. El cine de los hermanos Taviani (Calamar Ediciones/Festival de Cine de Huesca, 2007), y el autor responde al nombre de Hilario J. Rodríguez.

Lo primero que llama la atención de este libro es el propio tema. Lo que no deja de ser notable es que alguien a estas alturas quiera escribir sobre estos tan notorios cineastas toscanos. Lo digo porque, a día de hoy, parecería que estos directores de cine, llamados Paolo y Vittorio, son de los que ya están condenados por los mass-media a un ostracismo paternalista propio del mercado de inspiración liberal en el que todavía nos encontramos -pese a que se esté desmontando a toda velocidad, casi sin enterarnos.

Podríamos decir que los Taviani son ya de los pocos cineastas que quedan que tienen una conexión originaria con el neo-realismo en general y con Roberto Rossellini en particular. Quizás en Italia, los únicos otros grandes cineastas que a día de hoy mantienen esa pureza de raíz sean Ermanno Olmi y Gianni Amelio. En el caso de los Taviani, creo que además se encuentran anclados en unas formas artísticas todavía más clásicas relacionadas con la música, la pintura y la arquitectura. En cualquier caso, su cine, que ha pasado por muy diferentes etapas (desde una primera más compatible con un determinado tipo de cine militante sesentayochista, hasta los espectáculos históricos que recrean con la forma del fresco, pero sin renunciar a un intimismo de base), nos cuenta el devenir en los tres últimos siglos de Italia, Europa y un cierto Occidente, pero sin dejar de ser fiel a unos principios estéticos, políticos y culturales, que se distancian de las modas actuales en clave de dos valores: el distanciamiento formal y un naturalismo mítico.

Hilario J. Rodríguez ha escrito un fluido libro que recorre paso a paso el significado de cada uno de los films que han hecho los autores de Padre Padrone (1977) y La noche de San Lorenzo (1982), por citar las que acaso serían sus películas más emblemáticas. El estilo de Rodríguez adopta la forma del diario, del relato en primera persona, subjetivo y directo, que nos habla casi al oído. El efecto conseguido es el del alejamiento del discurso oficial académico, lo que yo agradezco personalmente, y la voluntad de una claridad expositiva que devuelve la literatura de cine al lector común, lejos de la ampulosidad del erudita especializado o el estudiante de comunicación audiovisual. Además, devuelve el caracter intempestivo que todo escrito crítico tiene que tener si quiere ser de algún valor, al convertir el estilo en una narrativa en la que el autor se moja, en sus contenidos, con sus expresiones, frente al abuso de las frases hechas y los lugares comunes de la crítica convencional. Esa narración que cuenta la vida del autor como si de una novela, o biografía dramatizada se tratara, hace la lectura mucho más agradecida y compleja literariamente hablando, devolviendo el placer de la lectura allí donde los textos institucionales lo habían perdido.

El riesgo de todo esto reside en que cuando el autor del que se habla no es tan interesante, la empatía del crítico puede llevarle a grandes malentendidos analíticos, como ocurría en el anterior libro de Rodríguez sobre Lars von Trier, cineasta sobrevalorado (como, por otra parte, Michael Winterbottom, Quentin Tarantino, Michael Hanecke, Paul Verhoeven, Wong Kar-Wai,...que acaparan los discursos oficiales) por esta post-modernidad apática en la que nos movemos. De otro lado, la continua interrogación individual, la sinceridad, el personal ejercicio literario, pueden llevar a grandes logros y a una renovación en este género que es la literatura sobre cine. Desde esa singularidad que es el propio escritor, y de su particular relación con los lectores, precisamente, nos habla otro libro de Hilario J. Rodríguez que tampoco me resisto a recomendar, aunque esta vez nos encontremos de lleno en el campo de la literatura: Construyendo Babel (Tropismos, 2004). Una prueba irrefutable de que literatura y cine están íntimamente relacionados.

Mono 5